#Reto12Votos Semana 5-Mi Libro Favorito. Demian.

Herman Hesse, nació en 1877, novelista alemán que padeció la desesperanza y desilusión de la I Guerra Mundial, entonces el motivo de su obra literaria, miró siempre hacia lo humano.

Su obra Demian trata de la juventud de Emil Sinclair hasta la adultez. De niño fue un soñador de mundos imposibles, por medio de una mentira la cual inventó a un estudiante de su escuela, el temible Frank Kromer, logra tener una nueva visión del mundo y conoce a Max Demian, que lo ayuda a razonar y a salir de ese mundo de ensoñación que antes lo rodeaba.

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Frank kromer se convirtió en su peor pesadilla, es en este personaje en quien quiero concentrar mis esfuerzos en el siguiente relato que le contaré, precisamente por la similitud con mi personalidad, cuando yo era apenas un niño…Y el paralelismo de Max Demian con Vicente Lecuna un compañero del salón de clase quien me ayudó a superar mis miedos, esa rebeldía que me delataba como un cobarde.

El gallito de la mañana
Cuando Orlando estudiaba en la escuela era realmente terrible. Siendo de quinto grado dominaba a los de sexto.

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Yo, el Frank Kromer carupanero, fui el terror de las escuelas caraqueñas para los años 60. Acusado de querer incendiar el mundo, según dijo el director de la Francisco Mendoza cuando rechazó mi inscripción para el cuarto grado. Y es que pasé por 4 institutos de primaria en 6 años de estudio, de todos fui botado.
El siguiente relato sucedió en la escuela “Martín J. Sanabria”
En los límites de Monte Piedad y el 23 de enero, en Caracas Venezuela.

-“Voy a la dirección y ya regreso, encárgate Sánchez”

Asentí con la mirada, gozaba de la mayor confianza de la maestra.

Al salir, se arregló la falda y echó la peor de sus miradas en un paneo general, la bestia encompetada se marchaba.

Apenas se alejó, ya Suárez sabía qué hacer; bajo mis órdenes, se paró y se encaminó por el pasillo a retomar el turno de ese día como vigilante de las escaleras, para cantar la zona cuando regresara la maestra Mondragón, verdaderamente un animal, mal encarada y con su voz de trueno que no soportaba nadie.

En cuestión de 10 minutos el salón quedaba patas arriba, las muchachas se reían y disfrutaban tranquila de la Sanpablera que se armaba, Taquitos de papel tirados con liguitas, paraban en la cara maltratada de cualquier muchacho que aguantaba el chicotazo con valentía (prohibido llorar).

Las pepas de tamarindo pinchaban las espaldas a traición, escupitazos, trompones y bofetadas, los aviocitos de hojas de cuadernos mutilados, volaban en perfecto planeo, en medio del desorden, las muchachas se reían satisfecha de la gozadera total, del pandemónium eterno que duraba a penas la media hora que la infame pasaba fuera del salón.

En silencio y observando, Vicente Lecuna, no intervenía en esos jueguitos de niños, siempre andaba enamorando a una de esas bellas muchachas, que lo adoraban como a un Dios, con envidia le ordené que se incorporara al aquelarre y desobedeció en silencio, mirándome a los ojos, sin temor, dejándome en pena precisamente frente a Sandra, la más linda y desarrollada del salón.

Lo salvó la sirena de Suárez que acostumbraba a anunciar con un silbido y corriendo como loco por el pasillo del tercer piso advirtiendo apresurado: “¡Ordenen, ordenen, que el Dragón viene subiendo!”
En cuestión de minutos el salón quedaba intacto y todos en posición de reposo, como le gustaba a la bárbara.

-“Mira como me los tienes Sánchez, como unos angelitos. ¿qué sería de mí sin ti. Te felicito, muchacho.”
Miré amenazante a Vicente por su desobediencia y le dije en el oído “Nos vemos en la salida.”

Sonó la alarma del recreo y Vicente salió sigiloso, pensé que se escurriría entre la muchachera y lo busqué por los pasillos. Lo encontré en el piso del medio y lo increpé: “Vicente Lecuna, tenemos que hablar”. Me miró con seguridad y me dijo como un padre, un verdadero veterano: Ah, sí Sánchez, pero antes ven para presentarte a las muchachas.
Eran las más bellas, las de quinto y sexto grado, las más grande y seguras, algunas ya se habían desarrollado y tenían los senos enormes, mi timidez hacia ellas era notoria, las piernas me temblaban.
Había ido con Miguel, famoso por ser el hijo del señor dueño del Rincón del Taxista, en donde todos desayunábamos entre los límites de Montepiedad y el 23 de Enero.
-“Vente tu también Miguel, les presento a las muchachas” -dijo Lecuna- me sonrojé y me presenté con timidez, el tigre feroz se ocultó al fondo de mis entrañas y me presenté sonrojado, ¡Trágame tierra."
-“Yo soy Marquina, dijo la más bella “¿tú eres el famoso Sánchez?”
Los labios me temblaron y las piernas flaquearon.
“Ah sí”, dije disimulando los nervios y me despedí, avergonzado: “Después hablamos Lecuna.”

La barriga se me retorció y Miguel me tuvo que acompañar al baño del segundo piso. Cuando salí Marquina me esperaba en las rejillas del pasillo y me dijo:
-¿Cómo es tu nombre? repítemelo nuevamente, que me interesas.
-Orlando, repondí- sin atinar siquiera a disimular el nerviosismo, y bajé las escaleras de dos en dos como si alguien me esperara con urgencia en la salida.
Pasé la noche sin poder dormir, con la vergüenza que sentía de mi comportamiento con Lecuna que era un hombrecito precoz y que se la pasaba rodeado de tantas muchachitas lindas.
Marquina, la más bella de todas, no salía de mi cabeza y decidí cambiar para siempre.

Después de tantos años Marquina sigue siendo mi amiga, siempre me recuerda:
“Me debes la vida Orlando Sánchez” eras un patán.

Frank kromer se convirtió en la peor pesadilla, fue en este personaje en quien quise concentrar mis esfuerzos en el relato que acabo de contarles, precisamente por la similitud con mi personalidad, cuando yo era apenas un niño…Y el paralelismo de Max Demian con Vicente Lecuna un compañero del salón de clase quien me ayudó a superar mis miedos, esa rebeldía que me delataba como un cobarde, pero por medio del amor a la chicas hermosas de la escuela, como bien lo relata @acostacazorla en su cuento “El gallito de la mañana”
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