E S P A Ñ O L

LUCIÉRNAGAS

Cada gota de lluvia que cae en esta macilenta noche, me hace pensar en los momentos de mi niñez cuando éramos muy pobres. Apenas mi padre tenía dinero para vestirnos, y la oscuridad nos arropaba por la ausencia de luz artificial que había y teníamos frío. Mi padre me decía que no nos preocupáramos, que allá afuera en un bosque, cerca de las cabañas que residían junto a la belleza del lugar, había un recinto de luciérnagas que se hallaba en una zona específica.

Quizás eran cuentos para pensar en otras cosas y no deprimirnos, pues siempre pensé que mi padre tenía una imaginación muy activa; mucho más que la de un niño. En efecto, a poca distancia de donde vivíamos había un bosque, pero nunca nos interesábamos en explorar allí, pues era tan denso que parecía el hogar de animales salvajes. Las personas aledañas contaban historias de que alguna vez, ese bosque tan frondoso e inhóspito, fue el punto de aquelarre de las brujas.

Las historias siempre tenían una connotación fantástica, terrorífica y poco habitual, el bosque siempre fue objeto de misterios, a los cuales nuestro padre nos pedía que les restáramos importancia, pero que disfrutáramos, pues ese tipo de historias permitían que no viéramos el mundo de manera tan común. De esa enseñanza de mi padre, comencé a inventar mis propios relatos, conocí la ficción y paulatinamente fui aprendiendo el arte de escribir.

Ya pasaron años y ahora estoy saboreando el fruto de mi talento perfeccionado. Volví a la vieja cabaña donde me hallaba de niño cuando no teníamos nada. En este lugar; solo, rodeado de vegetación paradisiaca azotada por una intensa lluvia, me encuentro en este estado monomaníaco observando las gotas caer, y más allá en el fondo, una intensa arboleda que se pronuncia imponente llamando mi atención.

Vacilé en darle importancia, pero ya me hallaba atraído por mis pensamientos remotos. Pensé en las luciérnagas como hadas salvajes etéreas, danzando sobre fuegos fatuos o entidades exuberantes de piel densa sujetada por raíces y decoradas por hojas. Idealicé un mundo fantástico, fuera de las proporciones tangibles de este lugar. La sobrenaturalidad cogió impulso y me hizo desear un poco más.

Dejé mi taza con café a un lado y me fasciné por las interioridades del bosque, sus habitantes y esa atractiva cosmovisión plantada en mi cabeza desde que era un niño; la cual terminó de germinar en una floresta infinita de imaginaciones y perfecciones: «¿Es esta la fuente de la creatividad?», me pregunté a mí mismo, pero, aunque cavilaba, aún no había perdido la cordura, pues sabía en mi cabalidad que todo era producto de mi excelsa y poco serena imaginación.

El reloj marcaba las once de la noche, de nuevo dejé las páginas en blanco y no tuve la oportunidad de escribir algo. Tenía muchas distracciones, las cuales no supe aprovechar. Mi vista ya estaba muy cansada como para sentarme más tiempo frente al computador. Me quedé dormido en el sofá en vez de la cama, porque es lo que tenía más cerca. El sonido de la lluvia se transformaba en pasos de personas aglomeradas en el centro de una gran ciudad. Me visualicé a mí mismo en medio de una calle, rodeado de edificios enormes y tiendas de comercio.

De repente, frente a mí, había un cúmulo de árboles que me hicieron pensar que estaba ante la entrada de un parque, pero antes de poder acercarme, exhalé un suspiro y desperté, era todo un sueño, y creí que volvería a dormir, hasta que, desde mi ventana emanaba una luz intensa.

Las provocaciones de mi curiosidad, terminaron llevándome a echar un vistazo. Vislumbré un conjunto de luceros que levitaban de un lado a otro, proliferando impresionantemente hasta crear forma. Pensé en las luciérnagas, en las que imaginaba cuando era niño y las que visualizaba recientemente, pero nada tenía que ver con ninguna de las dos.

Era un rostro hermoso el que aparecía en el centro de las luces, su género no importaba, solo la insólita y fresca sensación que me provocaba. Parecía observarme, aunque no estaba muy seguro, y solo pasaron unos instantes para que todo se desvaneciera de súbito. Estaba pasmado y a la vez con la cabeza abarrotada de ideas. No importaba si mi vista estaba cansada, solo quería tomar el computador y escribir un poco.

Olvidé por un momento mi encuentro, esa aparición que me había devuelto la inspiración. ¿Era mi musa? Por supuesto que sí, quizás deba recordar un poco más, allá en ese sitio en el bosque, existe un lugar que porta los momentos más felices de mi creatividad.

FIN

E N G L I S H

FIREFLIES

Every drop of rain that falls on this dull night, makes me think of the moments of my childhood when we were very poor. My father barely had enough money to clothe us, and the darkness enveloped us because of the absence of artificial light and we were cold. My father would tell me not to worry, that out there in a forest, near the cabins that resided next to the beauty of the place, there was a firefly enclosure that was in a specific area.

Perhaps they were stories to think of other things and not to depress us, for I always thought my father had a very active imagination; much more than that of a child. Indeed, a short distance from where we lived there was a forest, but we were never interested in exploring there, as it was so dense that it seemed to be home to wild animals. The people nearby told stories that once upon a time, that lush and inhospitable forest was the coven of witches.

The stories always had a fantastic, terrifying and unusual connotation, the forest was always the subject of mysteries, which our father asked us to play down, but to enjoy, because these kinds of stories allowed us not to see the world in such a common way. From my father's teaching, I began to invent my own stories, I got to know fiction and gradually learned the art of writing.

Years have passed and now I am savoring the fruit of my perfected talent. I returned to the old cabin where I was as a child when we had nothing. In this place; alone, surrounded by paradisiacal vegetation lashed by an intense rain, I find myself in this monomaniacal state observing the falling drops, and further in the background, an intense grove of trees that pronounces itself imposingly calling my attention.

I hesitated to give it importance, but I found myself already attracted by my remote thoughts. I thought of fireflies as ethereal wild fairies, dancing on fatuous fires or exuberant entities with dense skin held by roots and decorated by leaves. I idealized a fantastic world, outside the tangible proportions of this place. The supernaturalness picked up momentum and made me long for a little more.

I put my coffee cup aside and became fascinated by the interior of the forest, its inhabitants and that attractive worldview planted in my head since I was a child; which ended up germinating in an infinite flower of imaginations and perfections: "Is this the source of creativity?", I asked myself, but, although I pondered, I had not yet lost my sanity, because I knew in my mind that everything was a product of my sublime and not very serene imagination.

The clock struck eleven o'clock at night, again I left the pages blank and did not have the opportunity to write anything. I had many distractions, which I did not know how to take advantage of. My eyesight was already too tired to sit any longer in front of the computer. I fell asleep on the couch instead of the bed, because that's what was closest to me. The sound of the rain turned into footsteps of people crowded in the center of a big city. I visualized myself in the middle of a street, surrounded by huge buildings and stores.

Suddenly, in front of me, there was a cluster of trees that made me think I was at the entrance of a park, but before I could get closer, I exhaled a sigh and woke up, it was all a dream, and I thought I would go back to sleep, until, from my window emanated an intense light.

The provocations of my curiosity, ended up leading me to take a look. I glimpsed a group of stars levitating from one side to the other, proliferating impressively until they created a shape. I thought of fireflies, the ones I imagined as a child and the ones I visualized recently, but it had nothing to do with either.

It was a beautiful face that appeared in the center of the lights, its gender didn't matter, only the unusual and fresh sensation it provoked in me. It seemed to be watching me, although I wasn't quite sure, and it only took a few moments for everything to suddenly vanish. I was stunned and at the same time with my head full of ideas. It didn't matter if my eyesight was tired, I just wanted to grab the computer and do some writing.

I forgot for a moment my encounter, that apparition that had given me back my inspiration. Was she my muse? Of course it was, maybe I should remember a little more, there in that place in the forest, there is a place that holds the happiest moments of my creativity.

THE END