
La luz se apagó y la oscuridad entró de nuevo. S. J. Watson
…

unior era un bombero en la actualidad, aunque anteriormente había sido militar, también desempeño extraoficialmente como trader e incluso fue atleta de Rugby. Tenía 26 años, las llevaba a cuestas con un sinnúmero de experiencia. Era enjuto, con rasgos indígenas, gracias a la descendencia por parte de su madre, poseía una contextura considerable por sus años en la milicia, sus ojos eran negros y anchos, como los de un búho, una nariz prominente y una cara cuadrada algo pequeña.
En esos momentos Junior regresaba de su guardia, iba en su bien cuidado Chevrolet Silverado 2009. Estaba demasiado cansado, pasó toda la noche en búsqueda de unos campistas extraviados en la sabana. Como su oficio de bombero forestal debía prestar apoyo en esos eventos, no se quejaba, pero la jornada se tornó dura No encontraron a los chicos. Sin embargo, al pasar la primera noche su superior le pidió que fuera a descansar, otro le supliría.
-¡Ma'ya llegue!- exclamó entusiasmado de llegar a su hogar, mientras estacionaba la camioneta en el garaje.
Era propietario de un pequeño terreno a las afueras de Ciudad Bolívar. La compró hace cuatro años con su paga del servicio, con el objetivo de mejorar la vida de su madre.
-¡Ma'llegue!- dijo de nuevo extrañado, ella siempre salía a recibirlo, ¿habría salido?
Entró a la casa con reserva. El ambiente se sentía extraño, demasiado silencio. Junior deseo tener un arma, pero desde hace años no cargaba una, la más cercana estaba guardada en el closet. Miro la sala esperando algún ataque, solo encontró a su madre durmiendo en el sofá. Se trasladó hasta llegar a ella. La estancia estaba bien dispuesta y acomodada, miles de cuadros artísticos poblaban las paredes, así como jarrones hechos artesanalmente y llevaban flores de diversas especies.
-¿Ma'que haces dormida?- manifestó, zarandeo un poco a su madre.
-¡No despertara guapo!- dijo una voz con una entonación seductora, que pareció ronronear al hablar. -Está bien dormidita-añadió.
Junior no pudo hacer nada, le hicieron una llave alrededor del cuello. La persona poesía una increíble fuerza, porque no pudo contrarrestar la acción.
-¡Les daré el dinero que quieran!- exclamó alzando la voz para hacerse oír.
Quería que se fueran, no importaba si se llevaban todo el efectivo que guardaba en la caja fuerte, su madre no merecía correr ningún riesgo.
-No venimos por unos míseros billetes, venimos por ti- le susurró la mujer al oído. -Me llamo Anack.
-No me interesa saber sus nombres- bramó Junior, ahora si sentía miedo, debía cuidarse de personas como esas.
El tipo que lo tenía apresado comprimió más la llave. Intentó verle un escape, sino querían dinero entonces buscaban divertirse, y no de una manera sana y educativa.
-¡Oh qué rudo!- dijo Anack interponiéndose en el campo de visión de Junior. -¡Deberías aprenderte mi nombre, seremos compañeros!- señalo riéndose. -Pónselo- ordenó.
Las palabras que expusó la mujer lo confundieron, pero cuando el sujeto fue soltándolo forcejeó para escapar. Sin embargo, sintió que le ponían un collar en el cuello, luego lo empujaron. Anack se hizo a un lado. Detuvo la caída poniendo las manos en el suelo, pero a los pocos segundos tocó el objeto que le habían puesto.
-¿Qué es esto?- formuló Junior confundido.
Se volvió para mirar a sus agresores. La mujer era una pelirroja y con pecas alrededor de las mejillas, el hombre de un aspecto británico con anteojos y sereno; los dos no parecían criminales.
-¡Maverick dile aunque sea un hola a nuestro compañero!- dijo Anack poniendo una sonrisa perversa, que no iba para nada con su rostro.
Junior observó que el dije del collar era un halcón. El material del collar era de plata, estaba seguro. Aunque su color fuera negro como la noche, además era frío al tacto. No hallaba sentido alguno a esas personas, ¿Qué querían del? Encuentra una relación se dijo en su cabeza.
-¿Cuántos tiempo durará?- preguntó Anack irritada, -Pensé que sería unos segundos-, y se puso a acariciar sus cabellos, mientras no apartaba la vista de Junior.
-¿Durara que?- interrogó Junior poniéndose de pie.
Los dos individuos seguían mirándolo, como esperando una reacción. “¿Estaría envenenado el collar?”, Junior pretendió quitarse el objeto, pero su mano no le obedeció.
-¿Qué está pasando?- susurró para sí.
Sus dos brazos no se movían, ni las piernas.
-Ya esta haciendo efecto- anuncio Maverick estoico.
-¿Qué me hicieron bastardos?- rugió Junior, ansiaba mirar a su madre, pero no podía.
Advirtió entonces, que tanto el tipo Maverick y la mujer Anack llevaban unos collares también, poseían el mismo color oscuro que el suyo; el de Maverick un elefante de cuatro brazos y el de Anack era aún más raro, a veces aparecía una mujer con múltiples brazos y otras una tigresa.
-¿Te divierte? Mi diosa es singular, lo sé- expresó Anack sonriendo, -Representa a Durga la diosa invencible, la diosa de la victoria del bien sobre el mal, el amor maternal, la diosa destructora de Mahisa… Y otra cantidad de nombres que posee- explicó aburrida. -Con el poder de la Sombra ha sido corrompida, igual que el de Maverick, somos sus servidores- el dije de Anack se quedó con la forma de tigresa. -Me gusta más esta forma.
En serio, esos tipos estaban locos, pensó Junior enfurecido. Una larga desesperación recorría todo su cuerpo, casi parecía inducida. Anhelaba una leve esperanza de salir vivo de allí, pero el pesimismo corría libre por sus venas.
-¿Recuerdas tus peores momentos?- quiso saber Anack, que se acercó un poco.
No podía evitarlo. Junior recordaba aquello que siempre quiso olvidar. La imagen de su padre pegándole a su madre se intensificaban, nada la alejaba de su conciencia. Los gritos, el resonar de los golpes, sus propios chillidos ante la atroz escena.
-¡BASTA!- pidió Junior, seguía parado enfrente de los desconocidos.
En el ejército le enseñaron a esconder las explosivas emociones, los recuerdos pasados, los amargos sentimientos. Sin embargo, también esa etapa de su vida estaba cargada de negatividad. Una voz en su cabeza le decía que se entregará a la oscuridad.
-¡Es fuerte!- oyó como le indicaba Maverick a Anack.
-Si, ha durado más que nosotros- dijo Anack con desdén. Su rostro angelical se tornaba más rara.
Las voces de los dos retumbaban lejanas. Se encontró en una cueva nebulosa y apagada, allí no podía ver absolutamente nada. Divisó a lo lejos una pequeña ave empastada contra el muro, sus alas estaban clavadas con unas estacas, parecía muerta. Cuando se aproximó distinguió en esas tinieblas que era un halcón.
“Te atraparon también chico” fue lo que salió del ave, sonaba decrépita y muerta.
De la impresión debió soltar un alarido, aunque sea débil, pero de sus labios no salió ni un solo sonido.


El siguiente capítulo será publicado el sábado que viene
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