Supe que Casandra me amaba algún tiempo después. Yo era de ella y ella era mía, por mucho tiempo y hasta que el espacio permitía nuestro encuentro, pero la verdad es, que nuestro amor no podía trascender hacia lo tangible, y teníamos que conformarnos con aromas, alientos, percepciones casi imaginarias, sueños, espacios irreales y otros elementos que permitieran nuestra cercanía.

No conocía a Casandra hasta que me mudé a esta casa, en medio de un suburbio escaso de presencia humana; pues las personas poco salían de sus casas, especialmente los domingos. Me gustó este lugar por ser un sitio tranquilo sin niños revoltosos y escandalosos vecinos. Un nuevo inicio para continuar con mi vida.

Me convertí en víctima del alcohol al darme cuenta de lo desgraciado que fui, al perder a una mujer que solo quería lo mejor para mí. Y mis pensamientos quedaron hundidos en penumbras, dejándome llevar por ilusiones etílicas y escabrosas. No escribo desde hace años y mis manos perdieron la pasión por hacerlo. Me había convertido en una abstracción casi imperceptible del ser que alguna vez fui.

Al estar en el fondo, dominado por sombras que solo querían arrastrarme a la perdición, me di cuenta que debía iniciar otro rumbo y dejar la villanía de mi sumisión a un lado. Vendí gran parte de mis pertenencias y, como una persona resurgida, decidí iniciar de nuevo.

Llegué a este lugar y por todo lo que mencioné me pareció el adecuado, pero lo que nunca imaginé, es que compartiría estas paredes y este techo con otro habitante inesperado. Soy flojo para desempacar, pues las mudanzas me parecen tediosas. Decidí colocar mi laptop en un lugar adecuado y poner mis manos a la obra. Aún estaba en proceso de superación al alcohol, por lo que siempre me hallaba con un vaso de vidrio con ron a mi lado. Después de varios párrafos, el licor empezó hacer efecto y me distrajo.

En un instante que no imaginé; abstraído por cientos de figuras y bellezas etílicas, mi olfato percibió el agradable aroma de una mujer. Volteo hacia atrás de súbito, pero no hay nadie: —Creo que ya he bebido demasiado—, pensé. Se sintió tan real; escalofriante, pero a la vez afable. Le eché la culpa al licor y continué con mis labores.

Al estar demasiado cansado, me dirigí a la cama. Solo necesitaba echarme a ella para quedar dormido por completo. Una música suave de sonidos armoniosos, comenzó a generar un paisaje repleto de belleza en medio de un bosque encantado. Y allí fue donde la conocí, aquella ninfa o deidad que me acompaña en mi nueva morada. Posada sobre la boca de un árbol me sonrió, me hizo señas para que la acompañara y fui con ella como un incauto en trance.

Era muy hermosa, sus cabellos eran rizados y escarlatas, con ojos violetas muy inusuales en una persona. Su nariz era gruesa, pero pequeña, haciendo perfecto juego con sus labios carnosos. Su piel era como el mármol; en cuanto a color y textura. Vestía un vestido verde que hacía juego con las hojas del árbol sobre nosotros.

Me dijo que se llamaba Casandra, y que era un espíritu de este bosque imperceptible que ahora es mi casa. Yo no la podía tocar a ella, ni ella a mí, pero si podíamos intercambiar ciertas cosas que ambos podíamos percibir. Decidimos conocernos a través de las sensaciones, y aunque mi interés hacia ella fue solo curiosidad, terminé amándola como no había amado a nadie jamás.

Y se convirtió en mi musa, la fuente de todo mi trabajo, y solo quería escribir sobre ella y su mundo. Escribí una novela con su nombre, la cual me catapultó de nuevo a la fama, plasmando en ella todos mis pensamientos y emociones sobre mi amante intangible. Aunque no podíamos tocarnos, sabía que ella estaba ahí. Ella me lanzaba sus alientos, sus aromas, sus risas, luego se hundía conmigo en sueños y paseábamos sobre senderos hermosos e inexistentes en el mundo real.

Cada día que pasaba, me volvía adicto al mundo de Casandra y solo buscaba la manera de permanecer en el más tiempo, pero mi situación despertó la preocupación de personas allegadas, los cuales no dudaron en buscar centros especialistas para internarme por mi supuesta locura. Llegaron a mi casa una tarde tranquila, un par de enfermeros fornidos intentaron llevarme a la fuerza a su centro psiquiátrico. Angustiado, grité el nombre de Casandra varias veces mientras me sacaban de mi hogar, y juro que escuché el grito desgarrador de mi amada pronunciando mi nombre al ver que era apartado de su lado.

Fui confinado a ese lugar con toda la rabia y desesperación de mi ser, y los demonios comenzaron a aflorar de nuevo en mí. En cuanto pude, di un suspiro, y conjuré mi genialidad para salir de esa situación a través de la muerte. Me suicidé, mi vida no tenía sentido sin Casandra. No sabía a donde iría y tenía miedo de ser apartado para siempre de ella, pero el destino se compadeció de mí y transfirió mi alma a aquel bosque donde Casandra y yo nos amábamos.

Ahora podíamos tocarnos. Ahora podíamos hablarnos y leernos sin impedimentos. Ahora éramos amantes de la eternidad. Ahora yo era suyo y ella era mía.