El corazón helado (Libro): una lectura inacabada

En los últimos años, mis lecturas me han llevado a preferir algunas editoriales sobre otras porque a través de ellas he llegado a conocer nombres que no había oído y que resultaron ser grandes autores, entre mis favoritos algunos de ellos. Una de estsas editoriales es TusQuets, responsable de editar en español los libros de Milan Kundera, Haruki Murakami, Leonardo Padura, Banana Yoshimoto y Woody Allen (sí, el director de cine), entre otros.

Con este antecedente y una reseña favorable de Mario Vargas losa en la contraportada del libro, inicié emocionado la lectura de El corazón helado de Almudena Grandes, escritora española de quien apenas sabía que era la autora de Las edades de Lulú, pero de quien no había leído nada. Mi experiencia reciente, además, era positvia para los escritores españoles, pues disfruté enormemente algunas novelas de Jaiver Marías y de Javier Cercas (este también publicado por TusQuets), así que confié en todos estos hechos. La novela arranca con Álvaro Carrión acudiendo al entierro de su padre en un Madrid contemporáneo. El patriarca de la familia Carrión era un hombre adinerado, poderoso, con esposa y cinco hijos. En la triste ceremonia, Álvaro nota la presencia de mujer joven y atractiva, desconocida, pero con la actitud de ser alguien cercano a la familia, o al menos al fallecido, ¿quién es esta mujer?

A partir de esa pregunta, la trama se bifurcará en dos líneas temporales: el presente, con Álvaro persiguiendo el rastro de esta mujer; y el pasado, la infancia y juventud de Julio Carrión, su historia familiar, desde los años de la Guerra Civil, el franquismo, la transición. Pero esos episodios del siglo XX tambien relatarán la historia de la misteriosa mujer, Raquel, quien mantenía una relación especial con el difunto. Raquel trabaja en un banco y Álvaro es profesor de física, así que sus encuentros se ven marcados por una chispa inevitable entre dos polos opuestos que se atraen y que quizás, en el fondo, son más parecidos de lo que parece.

Las primeras páginas las pasé con entusiasmo, viendo que las dos líneas temporales se desarrollaban con buen ritmo, pero después de 400 páginas aproximadamente, comencé a sentir algo de tedio en la lectura. Seguí un poco más porque pensé que podía deberse a algún bajón en la novela, pero luego de la página quinientos entendí que era algo más. Le había dedicado tiempo a la novela, pero no iba ni a la mitad de sus 1.242 páginas (en la edición de bolsillo), así que escuchando a Borges en mi cabeza y recordando las pocas veces en las que lo he hecho, decidí abandonar la lectura, ¿significa eso que el libro es malo? ¡Para nada! ¿es fastidioso? ¡Tampoco! Cientos de miles de personas lo han leído alrededor del mundo y han sido cautivados por esa historia familiar que representa un período importante en la historia de España, ¿qué pasó entonces?

La historia tiene buen ritmo, suceden muchas cosas, encuentros, sorpresas, está bien escrito, por supuesto y cuenta episodios de la historia de España que resultan interesantes, sin embargo no logró conectar conmigo, ¿por qué? Creo que no me dio el goce estético que me dan los libros que me gustan. Es decir, cuando las frases, además de decir algo, lo hacen con ciertas palabras, cierto estilo y entonación, se poduce un goce de forma y de fondo. Yo diría que el estilo de Almudena Grandes es más de novela de género, cercano quizás a Julia Navarro, Carlos Ruiz Zafón y otros similares, una lectura ligera, a pesar del gran número de páginas. El corazón helado toca temas importantes como la muerte, la pobreza, la guerra, el pasado, el peso de los secretos, pero no logró impactarme como para que quisiera continuar. Esto me hace pensar en un extracto de una carta escrita por Kafka en 1907:

“Pienso que sólo debemos leer libros de los que muerden y pinchan. Si el libro que estamos leyendo no nos obliga a despertarnos como un puñetazo en la cara, ¿para qué molestarnos en leerlo? [...] Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros. Eso es lo que creo”

Yo coincido con el autor de El proceso. Eso no significa que un libro deba ser doloroso, porque hay goce y disfrute en la Literatua más allá de las cosas que se cuentan, pero un libro debe despertarte, como dice Kafka, debe iluminar dentro de ti un aspecto nuevo, o un rasgo que no habías observado en ti. Si eres el mismo después de leer un libro, entonces ¿para qué lo leíste? Y es normal que tengamos esta sensación de vez en cuando con alguna obra.

No quiero restar mérito ni a la escritora, ni a sus lectores; de hecho, aún tengo en mi lista de pendientes Las edades de Lulú de ella misma; se trata sencillamente de enviar un mensaje: si no estás disfrutando verdaderamente tu lectura, no la sigas. No hay que forzarse a terminar un libro. Si no puedes con el árbol genealógico de Cien años de soledad o te parece muy extraña la forma en que se cuenta La casa verde, no las leas, por lo menos por el momento. Quizás no sea tu estilo de libro, o el tipo de novelas que más conectan contigo, o a lo mejor es que aún no es el momento de conocer esa historia; no hay ningún pecado en ello. Así que, si un libro no te gusta, suéltalo y toma otro, busca el libro que te guste, que te absorba, que conecte contigo, pero por favor, no dejes de leer.

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