Mi vida sin mí (Película): prepararse para el adiós definitivo

No sé cuál sea su caso, pero mi lista de películas por ver nunca decrece. Cada vez que veo una y la voy a tachar del listado, termino agregando dos o tres más; el tiempo pasa y salen nuevas películas, agrego referencias fílmicas presentes en otras historias y algunas van quedando relegadas al olvido entre cientos y cientos de títulos por ver. Una de esas películas que llevaba ya tiempo allí y tuve que rescatar de mi lista fue My life without me, una producción hispano-canadiense de 2003.

Mi vida sin mí cuenta la historia de una mujer que debe afrontar la peor noticia que alguien pueda recibir. Ann trabaja de noche como parte del personal de mantenimiento de una universidad, tiene dos hijas, un esposo amoroso, una madre que odia al mundo, un padre que lleva una década en la cárcel y una vida un poco mediocre. Vive en una caravan en el patio de la casa de su madre y no parece tener muchas aspiraciones en una vida que es más bien gris, pero un diagnóstico médico cambiará esa situación: Ann tiene cáncer y el estado de su enfermedad es tan avanzado que ya no se puede hacer nada más que aceptar lo inevitable. Le quedan unos dos o tres meses de vida y tiene apenas 23 años, ¿qué hace entonces? elabora una lista de cosas que quiere hacer antes de morir.

¿Algo cliché? sí, son muchas las películas que hemos visto con esta lista de cosas por hacer antes del cese definitivo de una existencia condenada, truncada por una enfermedad. Sin embargo, hay un par de cosas que me gustaron de Ann y su lista. Primeramente, que las primeras líneas de su lista están centradas en sus hijas y en su esposo, quiere dejarles algún regalo, hacer algo por ellos (aquí recordarán películas como P.S. I love you) y sólo después decide hacer cosas para ella, deseos más egoístas, aunque nunca cosas tan radicales. Quizás los deseos más serios de Ann sean hacer que alguien se enamore de ella y hacer el amor con otro hombre, que aunque son dos cosas diferentes en su lista, se concretarán en Lee, a quien conoce en una cafetería.

Ann ama a su esposo, pero salió embarazada por primera vez a sus 17 años y hasta ahora, apenas seis años después, ha sido su única pareja sexual. Ella quiere acostarse con otro hombre sólo para saber cómo es. Otros de sus to do son más sencillos, como arreglarse las uñas, o cambiarse el cabello, pero al margen de su lista y del affair que tiene con Lee, la película gana mucho con la forma en que las escenas son filmadas y con esa voz en off (la voz de la propia Ann) que nos sume en reflexiones sobre la vida, la muerte, el amor, la libertad, el encanto de las pequeñas cosas y la superficialidad de otras por las que muchas veces nos desvivimos, como la ropa, los lujos y las marcas.

Otra cosa que me gustó fue que Ann guardara su secreto. Siempre fue sola al médico y ante sus desmayos, se inventó otra excusa para los suyos, sin revelar que moriría pronto. Quiso librarlos de los penosos episodios en el hospital y entregarles la mayor cantidad de tiempo que fuese posible, incluso fue a visitar a su padre en la cárcel, pero sin melodrama, sin acudir al "me estoy muriendo" como argumento, ni siquiera como comentario. Puede parecer egoísta y engañoso, pero también representa un gran sacrificio y una fuerza tremenda encontrarte sola en tu proceso de muerte.

La directora Isabel Coixet hizo un gran trabajo, la fotografía y el guión también son buenos y las actuaciones están a la altura, incluyendo a nombres como Mark Ruffalo y Alfred Molina, pero por sobre todos, destaca Sarah Polley, encargada de encarnar a Ann. A pesar de plantear una situación bastante usada, la película logra originalidad en el enfoque y consigue combinar el drama con algunas situaciones divertidas para no resultar pesada ni excesivamente triste. Creo que es una buena opción para abordar el tema y el hecho de que la mayoría no estamos listos para morir, sin importar nuestra edad. Pienso que un puntaje de 7/10 es bastante justo para una película que emociona, hace pensar, toca algunas fibras de nuestra alma, pero que carece, para mí, de ese toque extra que la haría indispensable en mi memoria; es decir, no es una película que me haga querer verla una y otra vez, pero sí considero que todos deberían verla, por lo menos en una ocasión y preguntarse a sí mismos, como lo hizo Ann: ¿cómo sería mi vida sin mí?

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