Cuando el cristianismo comenzó a expandirse por todas las tierras congeladas de Euralia, los seres de los bosques se ocultaron debajo de las rocas y los musgos, y dejaron de transmitir su sabiduría para los humanos. Los Eternos; guardianes elementales que conjuraban el equilibrio en Euralia, comenzaron a tener miedo de la cruz dirigente que todo lo devoraba a su paso, y se escondieron en sus antiguas cavernas para caer en una especie de hibernación; una donde buscarían la solución.

Decidieron enviar a un salvador que devolviera la creencia a los euralianos, pues si dejaban de creer en los Eternos, quedarían sumidos en un sueño al que solo ascenderían sin parar. Decidieron usar a una bruja para que diera luz a su salvador, no confiaban mucho en ella, pero tenían algo en común, ninguno quería que el cristianismo dominara por mucho más.

Ella dio a luz a un ser hibrido, con astas de antílope y cuerpo de humano. Sus ojos eran ambarinos como el atardecer, su rostro era alargado y sus manos enormes. Se cubría con una piel de oso que los Eternos le obsequiaron, tal objeto tenía la habilidad de darle el poder de la predicción; habilidad que le serviría mucho más adelante.

Al estar mayor, la bruja lo abandonó en el bosque. Allí hizo su casa, convivió con la naturaleza en una vida tranquila, lejos de las ciudades humanas que solo predicaban su nueva fe. El Santo Oficio era más peligroso que los seres míticos se imaginaban, pues con fuego purgaba toda la belleza que consideraba impía. Dolía ver como aquellos que creyeron en los Eternos ahora estaban en contra de ellos. No pasó mucho para que alguien descubriera al salvador hibrido que yacía en el bosque.

Un campesino que buscaba comida para su familia, se detuvo frente a una cabaña hecha de ramas y raíces, y de ella atisbó asombrado como una criatura alta de cuernos enormes se posó frente a él y lo miró con serenidad. El hombre por poco se quedaba gritando injurias y horrores sobre lo que sus ojos veían, pero el salvador de los Eternos solo tuvo que decir unas palabras para tranquilizar al pobre campesino.

El campesino, después de su encuentro, comenzó a relatarle a su familia lo sucedido, luego estos les contaron a sus vecinos y fue así como se supo de la criatura sabia que habitaba el bosque. Las personas iban discretamente hacia el lugar señalado para recibir la sabiduría de la criatura, y este les enseñó secretos olvidados, historias plagadas de moralejas, saberes estelares, ilustraciones de seres del bosque enterrados y muchas cosas más.

No pasó mucho para que los severos sacerdotes cristianos se enteraran de lo sucedido, y comenzaron a rondar con fuego y espadas hacia las entrañas del bosque. Encontraron la cabaña del emisario de los Eternos. Lo vieron como una abominación de la brujería. Le encendieron fuego y lo dejaron morir en un campo en llamarada.

Al ver tal acto criminal sobre su salvador, los Eternos convocaron a una rebelión en los bosques que causó un gran terror alrededor de todas las aldeas aledañas. Era de día y las personas miraron hacia arriba. Había estrellas por doquier; enormes y brillantes. Dejaron de lado la cruz y abandonaron las iglesias. Los Eternos se regocijaron nuevamente, pues la gente de Euralia creía otra vez en ellos.