Yo amo a Lucifer, lo vi caer del cielo celeste arropado por un aura de cenizas blancas y centellantes. Me dirigí al sitio de su aterrizaje y lo encontré, envuelto por sus alas plateadas. Lo vi hermoso e instantáneamente lo amé. Me acerqué a él y sequé sus lágrimas, luego acomodé su dorado cabello rizado y miré sus ojos escarlatas como el fuego.

Sentí empatía por su tristeza y escuché su historia, había olvidado que era una fugitiva desde hace mucho tiempo. Yo provengo del atardecer; junto con mis otras tres hermanas. Nos encantaba cantar, recorríamos el mundo incipiente de bosques y flores. Mucho antes de que el hombre levantara las primeras ciudades. Mucho antes de que la neblina osara cubrir los páramos. Mucho antes de que se les diera nombre a las cosas, nosotras ya estábamos aquí, recorriendo todo lo creado.

Nuestro padre es un titán que fue condenado a sostener el mundo para siempre, nunca tuvimos filiación por los dioses, pero estábamos obligadas a cumplir sus caprichos. Fuimos encargadas de proteger un árbol de manzanas doradas del cual disfrutábamos de su fruto, pero llegó un dragón a vigilarnos ya que su dueña dejó de confiar en nosotras.

Aunque disfrutaba los campos y los paseos por el jardín, decidí separarme de mis hermanas y encontrar un nuevo rumbo. Por muchos años, conocí otros hermosos jardines, nuevas montañas y valles, hasta que finalmente llegué a un desierto, donde permanecí mucho tiempo por su belleza y, repentinamente, conocí al amor de mi vida.

Lucifer no solo era hermoso, sino sabio. Sus ojos flameantes me penetraban y me hacían el amor sin tocarme. Me reveló de dónde provenía y sus desacuerdos con sus hermanos; la primordial razón que lo hizo llegar hasta aquí. El mundo no estaba hecho por completo, los monstruos y los ángeles podían circundar por él si querían, dando enormes pisadas que hacían temblar hasta los más alejados rincones.

Establecimos una morada aquí en la tierra, donde el atardecer brillaba más y yo podía cantar mucho más fuerte. Quería que fuéramos solo él y yo, hasta el fin de la eternidad. Pero Lucifer tenía otros planes, quería conquistar el cielo para arrebatárselo a su traicionero hermano. Otros ángeles se unieron a él, y en la mente de mi amado solo yacía la sed de guerra.

Quería persuadirlo para que se quedara en nuestra morada para siempre, pero sus objetivos fueron más importantes que mis palabras, y ya cuando estuvo preparado, ascendió para hacer suya la extensión del cosmos. Pero fue derrotado y de nuevo expulsado, esta vez hubo más rabia y decepción en su corazón.

Nuestros caminos se volvieron distintos. Ya no volvimos a la morada que juntos construimos con amor. Con tristeza, volví al jardín con mis hermanas dejando al mundo a un lado. Todavía amo a Lucifer, aunque ya no estemos juntos, su mirada todavía me produce un fuerte estupor de amor. Él ha creado su reino y yo todavía espero a que venga por mí. El alba me recuerda a su hermosura, y cada vez que aparece, juro que puedo vislumbrar sus alas extendidas iluminando el brillo de las manzanas.