[ESP-ENG] EL AGUJERO


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«La actitud de preguntar supone la aparición de la conciencia; de la conciencia, ese desgajamiento del alma».

«The attitude of questioning supposes the appearance of consciousness; of conscience, that detachment of the soul».


— María Zambrano


E S P A Ñ O L

EL AGUJERO

El hombre en su insinuativo terror, aparta la mirada un segundo y oculta su semblante. Escucha los ladridos de los perros persecutores de su olor y su carne, hambrientos por arrebatar, aunque sea un vestigio de su frágil humanidad. Ahora que la madrugada está más avanzada, ascienden de la tierra húmeda pequeñas criaturas que, con la poca densidad de la luz, se perciben como arrastradas alimañas.

Héctor tenía mucho miedo, no podía discernir entre el peligro y la tranquilidad. Todo lo que le rodeaba era un vértigo. Había perdido mucha sangre a causa de la garra del doctor Rich; un hombre víctima de su propio invento. Los perros de su antes socio, lo buscaban sin cesar entre los interiores de un pantano. Su olor lo delataba y por mucho rato pensó que ya era su fin.

De repente, murmullos salvadores de un póstumo y sanguinario final, lo guiaron hacia el refugio de un agujero. Héctor desconfiaba, pero tenía más miedo de los predadores, así que, con la pierna cojeando y el brazo magullado en heridas, corrió tan rápido como pudo y se ocultó en el orificio.

Guardó silencio, esperando que sus perseguidores caninos no se hayan percatado del ruido. Estaban cerca, podía sentirlos. Se estremecía en el solo hecho de pensar de que ellos sabían dónde estaba. Cerró los ojos y, con un suspiro, comenzó a descender su agitada respiración. Subsiguientemente, un resplandor; más pálido que el rostro de Héctor dibujado por el miedo, comenzó a emanar dentro de su escondite.

Abrió los ojos lentamente, pues la luz era tan intensa que lo cegaba. Miró con precaución hasta que pudo percibir varias figurillas pequeñas que se acercaban desde el fondo. Eran minúsculos, con sombreros abultados y vestimentas hechas con hojas y raíces secas. Llevaban unos bastoncitos del tamaño de un mondadientes, sus pequeñas piernas y brazos se movían en modo de llamado a su huésped, quienes lo invitaban a ir más allá de lo que hay en la pequeña abertura.

El confundido Héctor los acompañó hacia adentro aún con un poco de dudas, pero su miedo se disipó al contemplar lo que finalmente se hallaba frente a él. Un paraíso, con una cascada cristalina como protagonista, se presentaba ante el hombre herido como su salvación. El dolor en su cuerpo desapareció, su pierna y su brazo estaban curados como por arte de magia. Se sentó en la grama junto a los pequeños hombrecillos y empezó a escuchar sus historias. Héctor sonrió, se sentía feliz, nunca había sentido tanta calma en su vida.

Mientras tanto, fuera del agujero, el doctor Rich buscaba con rabia y desesperación a su ex amigo. Liberó un bramido ensordecedor y monstruoso, que hizo que los perros volvieran a él con rapidez. Al estar todos juntos, el monstruoso científico miró a cada uno de ellos y liberó un alarido que los dejó pasmados.

Los acompañó hacia el último lugar donde estuvieron. Los perros jadeaban, no habían probado la carne recién extraída en horas y se estaban impacientando, pero le temían más a la ira de su dueño que cualquier otra cosa así que se calmaron. Al estar ya muy adentrados en el pantano, el doctor Rich empezó a detectar un olor que le era familiar. Señaló a un punto del lugar y todos los perros fueron allí.

Encontraron la sangre de Héctor en el suelo, que a su vez indicaba el camino hacia el agujero. Al echar un vistazo, el doctor Rich se dio cuenta que el aroma era más intenso, sin embargo, su sonrisa se borró súbitamente, al ver solo un cuerpo sin vida dentro del escondite. El monstruoso científico estaba decepcionado, de verdad deseaba a su ex compañero con vida, pero para no dejar que el esfuerzo de sus perros quedara en vano, dejó que devoraran su cuerpo.

FIN

E N G L I S H

THE HOLE

The man, in his insinuating terror, looks away for a second and hides his face. He listens to the barking of the dogs, persecutors of his scent and his flesh, hungry to snatch even a vestige of his fragile humanity. Now that the dawn is more advanced, small creatures ascend from the damp earth that, with the low density of light, are perceived as crawling vermin.

Hector was very afraid, unable to discern between danger and tranquility. Everything around him was vertigo. He had lost a lot of blood because of Dr. Rich's claw; a man victim of his own invention. The dogs of his former partner, searched endlessly for him among the interiors of a swamp. His scent gave him away and for a long time he thought it was the end of him.

Suddenly, murmurs of a posthumous and bloodthirsty end led him to the shelter of a hole. Hector was wary, but more afraid of predators, so, his leg limping and his arm bruised in wounds, he ran as fast as he could and hid in the hole.

He kept silent, hoping his canine pursuers hadn't noticed the noise. They were close, he could feel them. He shuddered at the mere thought that they knew where he was. He closed his eyes and, with a sigh, began to lower his agitated breathing. Subsequently, a glow; paler than Hector's fear-drawn face, began to emanate from within his hiding place.

He opened his eyes slowly, for the light was so intense that it blinded him. He looked cautiously until he could perceive several small figures approaching from the background. They were tiny, with bulging hats and garments made of dried leaves and roots. They carried sticks the size of toothpicks, their little legs and arms moving in a call to their host, inviting him to go beyond the small opening.

The confused Hector accompanied them inside, still a little hesitant, but his fear dissipated as he contemplated what was finally in front of him. A paradise, with a crystalline waterfall as the protagonist, appeared before the wounded man as his salvation. The pain in his body disappeared, his leg and arm were healed as if by magic. He sat down on the grass next to the little men and began to listen to their stories. Hector smiled, he felt happy, he had never felt so calm in his life.

Meanwhile, outside the hole, Dr. Rich was angrily and desperately searching for his former friend. He released a deafening, monstrous bellow, which brought the dogs rushing back to him. When they were all together, the monstrous scientist looked at each of them and released a shriek that stunned them.

He escorted them back to the last place they had been. The dogs were panting, they hadn't tasted the freshly extracted meat in hours and were getting impatient, but they were more afraid of their owner's wrath than anything else so they calmed down. As they were well into the swamp, Dr. Rich began to detect a familiar odor. He pointed to a spot on the site and all the dogs went there.

They found Hector's blood on the ground, which in turn pointed the way to the hole. Taking a look, Dr. Rich noticed that the scent was more intense, however, his smile was suddenly erased, seeing only a lifeless body inside the hiding place. The monstrous scientist was disappointed, he really wished his former companion alive, but in order not to let his dogs' efforts go in vain, he let them devour his body.

THE END

Escrito por @universoperdido. 22 de abril del 2022

Written by @universoperdido. April 22, 2022

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