Hola buenas a todos los usuarios de esta página, en esta oportunidad acudo por esta vía para contar una pequeña historia que sucedió hace poco y la manera como ésta afecto mi vida en los ángulos que te puedas imaginar.

Soy doctora, residente del postgrado Pediatría, actualmente curso el último año de esta residencia. El sólo hecho de mencionar que me encuentro realizando postgrado podría dedicarle unas líneas relatando el día a día. Sin embargo, lo que trae hoy por acá es un evento específico que ocurrió en una de las tantas guardias (a las que yo particularmente les denomino 24, exacto, sí, como la serie); pueden pasar tantas cosas que bueno faltarían páginas para escribir.

La cuestión va así, somos un grupo conformado por 5 doctoras (la mayoría en el postgrado somos féminas), en aquel momento por situaciones ajenas a nuestra voluntad una de las compañeras no pudo asistir, habían varios pacientes complicados en la emergencia, incluso uno iba en traslado a otro centro, a todas éstas quedándose cortos de personal, por orden de jefes, nos solicitaron recibir la guardia antes de lo previsto cosa que se hizo. Al hacerlo, entre los pacientes que estaban allí había uno que se estaba ingresando en malas condiciones generales (lo que en algún coloquio médico pintoresco pudiéramos llamar un paciente feo); es decir, tenía un cuadro clínico muy florido con inestabilidad hemodinámica (taquicárdico, disneico, febril, hipertenso), deshidratado, con afectación renal (oliguria) y dolor abdominal.

En vista de lo anterior se procede a explicar a los padres de la situación clínica de su hijo y se le solicitan medicamentos y exámenes de laboratorio, que cabe destacar no se cumplen (porque señores para los que leen y no saben en mi país los pacientes y sus familiares tienen que buscar por fuera los medicamentos, que muchas veces no consiguen o no tienen el dinero y los laboratorios también deben ser canalizados por ellos mismos en centros privados), una historia bastante larga. Prosiguiendo, el paciente a medida que pasan las horas empeora el cuadro, a pesar de que se indican líquidos endovenosos, y demás terapéutica pertinente no se cumple al pie de la letra por la falta de insumos en el hospital, haciendo dificultoso el manejo y no logrando mejoría en el paciente.

A las pocas horas comienza con toque del estado neurológico con depresión del estado de conciencia acentuándose cada vez más. A pesar de estar indicado lo correcto esto no se cumple, por las razones explicadas más arriba. Nuestro equipo de guardia al realizar la entrega en el cambio de turno lo hace con el paciente en muy mal estado general informando de lo acontecido a quien recibe. Como era de esperarse en estos casos horas después el paciente fallece, triste y lamentable que esto suceda y más si se trata de un niño.

A partir de aquí comienzan una serie de hechos en cadena, los familiares culpan a los médicos y pues resulta que como el personal de salud según la cultura popular venezolana nos formamos para asesinar, esta reacción fue lo más normal (ya se ha convertido en un deporte por ocio). Los familiares del niño decidieron lanzar cualquier cantidad de amenazas verbales con el equipo de guardia acudiendo todos los días al centro de salud tratando de localizarnos. Miles de rumores llegaron a nuestros oídos (que esas personas eran malandros, que querían matar por la muerte de su niño y pare de contar). A todas estas, la presión y miedo psicológico era tal que ninguna queríamos ir más al hospital, el terror de que algo nos sucediera descontrolaba todo nuestro sistema (lágrimas, temblores distales en las extremidades, sensación inminente de defecar, risas, vómitos, dolor de cabeza, mareos, etc).

Quien conoce Venezuela sabe cómo es el día a día acá, y en estos casos sabe que no se puede contar con la ley, porque es como si no existiera, acudimos a varias instancias (Policía, CICPC, Mnisterio Público, y no sé cuantas más), la respuesta fue clara, dame los nombres apellidos, cédula de identidad, testigos, tienes que haberlos grabado durante la amenaza. Imagínense en fin nos sentimos a la deriva. Cabizbajas llegamos a nuestras casas, buscando refugio con nuestras familias. En el servicio al que pertenecemos en el hospital tomaron medidas para tratar de protegernos, alterando los equipos de guardias y el horario de las mismas. Parece increíble pero cada quien no todos pero sí algunos murmuraban con descontento el hecho de que tuvieran que hacer guardia más seguido, es como si no importara que a tu compañero pudieran hacerle algo, algo que tu pudieras vivir en cualquier momento. Durante esos días recibo una llamada a mi teléfono fijo de alguien que pidió hablar conmigo, atendió mi mamá, (se podrán imaginar la adrenalina en el momento), resultó ser una conocida de estas personas a quien una de las colegas del servicio dio mi número (me parece bastante descabellado sabiendo que no sabes las intenciones de esa gente y que en tu casa está también tu familia).

Indiferencia

Creo que lo anterior demuestra que las personas mientras no se vean involucradas no les importa, como he escuchado por allí “mientras no me salpique”. Siempre he dicho la vida da muchas vueltas y no se sabe que pueda pasar luego. Tiempo después se reintegró nuestro equipo de guardia y continuamos con nuestro horario normal, pero siempre con miedo, recelo, precaución, distancia, y cualquier otro adjetivo que se pueda agregar. El hecho de trabajar en una sociedad indolente, violenta, acusadora, del tipo primero disparo y luego pregunto, te moldea y afecta de múltiples maneras que a veces es difícil conservar tu esencia para servir a la humanidad dentro de tu profesión.

En meses posteriores volvería a ocurrir otro hecho en otro equipo de guardia llegando a la violencia física.

"Sonríe la vida es gratis"

Delubi

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