Y es que pude ver como el mundo para cada quien es diferente cuando el destino me llevó a escribir, en 2015, desde las antártica oficina de redacción con un oscuro café como cómplice, la noticia en la cual Aylan Kurdi, un niño kurdo de escasos tres años, murió ahogado en el mediterráneo.

Trabajaba en TeleSur como periodista cuando cubrí la noticia de Aylan Kurdi en 2015
Hoy mis bolsillos se declaraban en banca rota obligándome a caminar el doble, para vivir un día aventurado de calurosas y cansadas experiencias de esas que te empujan a la madurez. Hoy me tocó colocar a prueba mi milimétrica paciencia haciendo una infinita fila para tomar un taxi que me llevaría a las “comodidades” de mi hogar, luego de este largo y difícil día. Lo cierto es que en la espera, cientos al igual de agotados e incluso hambrientos, me acompañaban aguardando la llegada de los transportes mientras, frente a nuestros cansados ojos, desde un gimnasio, otro grupo bailaba y celebraba este espacio temporal de existencia que llamamos vida; se ejercitaban, gritaban y reían en, por su puesto, otro mundo.

collage hecho por mi sobre dos realidades en Caracas, Venezuela
En eso reflexionaba entretanto el tiempo pasaba a través de un lento cuentagotas . Y es que pude ver cómo el mundo para cada quien es diferente cuando el destino me llevó a escribir en 2015, desde la antártica oficina de redacción, con un oscuro café como cómplice, la noticia en la cual Aylan Kurdi, un niño kurdo de escasos tres años, murió ahogado en el mediterráneo tratando de cruzar el océano para llegar a Grecia y vivir una realidad que jamás conoció.
Resultaba que los padres de Aylan decidieron embarcarse con el niño y su hermano de cinco años en un viaje junto a otras veintidós personas para cruzar el oceáno desde la península turca de Bodrum hasta los territorios donde una vez gobernó Leonidas y sus valientes trescientos. Pero el objetivo de llegar a la isla griega de Kos nunca se cumplió. La embarcación se hundió poco después de zarpar. *Abdullah Kurdi*, el padre del pequeño Aylan, fue el único sobreviviente de la familia y sus deseos de trasladarse hasta Canadá con otros familiares también murieron ahogados ese día.He pensado que tal vez, mientras Aylan respiraba por última vez a kilómetros de distancia de las islas griegas, miles de hijos de Atenas brindaban con champagne, veían películas, bailaban al sonar de las discotecas, conducían, comían afrodisíacos platillos o follaban con intensidad mientras yo, al otro lado del mundo, me preparaba para escribir la nefasta noticia del niño kurdo.
Los griegos disfrutan de diversos eventos musicales en sus costas, las mismas donde muchos refugiados que huyen de la guerra buscan asilo o mueren en el intento /fuente del vídeo
Espero que cuando leas esto no seamos ninguno de los dos ese pobre niño que murió con esperanzas. Espero seas ese grupo de personas celebrando la vida en en el gimnasio de la vida, al igual que yo mantengo la fe de correr con el mismo destino. Espero que mientras termines de leer esto tu realidad y la mía converjan por un instante para hacer del mundo, al menos de alguien, un lugar mejor.

Más de un millón de refugiados han llegado a Grecia desde 2015 según Acnur
Esa muerte, al igual que muchas que me han tocado cubrir como periodista, me movió fibras. Me recordó qué irónico y satírico es el mundo. Me recordó cómo muchos mueren y bailan en un mismo pedacito de tierra.
Por acá dejo enlaces sobre la noticia si les interesó el caso:
BBC
TeleSur y nota sobre miniescultura dedicada a Aylan
Padre de Aylan relata la tragedia, de Euronews
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