

He salido a recorrer el parque al inicio de una tarde calurosa y con un sol radiante. El espacio muestra hojas secas y doradas adornando cada espacio, caminerias, asientos, fuentes y estanque.
Reconstruyo en mi mente el paisaje en plena primavera, sin ambientes de tristeza, donde mi vejez no sufría una pena. Caminé de extremo a extremo, sola, sin acompañantes en aquel campo ancho y abierto. Mi complacida memoria ahora indemniza todo lo que hoy parece perdido.
Ver en mi memoria tonos dorados teñirse de verde es algo plácido para el alma. Ver las risas de los niños y las parejas, sentir en cada suspiro el desahogo y la sustitución de un pensamiento negativo por uno positivo, correspondía a ese lugar donde me hallaba, la urbe.
Continúo el recorrido, de vez en cuando tomo un descanso, respiro y suelto; suelto y respiro. Al culminar el paseo, lo próximo es regresar a casa. En un breve segundo observo los destellos de un rayo de luz en dirección hacia rostro resquebrajado ¿El rayo junto al rostro anunciaba el final de la tarde? O, ¿el rayo anunciaba la recomposición de un rostro?
Me detengo, pienso y digo: ¿Cuántos sufren entre pensamientos agrietados, penas en alma y deseos inhibidos?


¡Gracias por llegar hasta aquí!
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