

¡fue hermoso!
inigualable presente,
cargado de cariño,
bondad, misericordia.

En la textura de sus plantas
podíamos deleitarnos,
en el aroma de sus valles
nos acariciábamos,
en lo caliente de los rayos del sol

descansábamos, los animales salvajes
abrazábamos,
en sus suelos dejábamos
nuestras huellas sin miedo,

conseguíamos sonrisas por doquier
y la felicidad brotaba en nuestra piel,
transcurrían los días en grandeza y perfección,
éramos afortunados de esta gran
bendición por la cual no hicimos nada para merecer.


Creímos conocer
lo que a nuestro paso estaba,
lo que en el camino se hallaba,
impusimos reglas en un mundo

que no era nuestro,
en un paraíso tan perfecto,
el cual no necesitaba más,
pero comenzamos a pensar que sí;

pensamos que le hacía falta gran maldad,
egoísmo sin límites, envidias sin parar,
tristezas inconsolables, dolor irreparable,

comenzamos a no ser conformes,
a querer más y más, insaciables, avaros,
nos convertimos en todo lo inapropiado,

destruimos todo a nuestro paso;
las plantas las arrancamos,
el sol lo tapamos,
a los animales los matamos,
el mar ensuciamos, el planeta contaminamos,
ese amor traicionamos, lo apartamos, lo dejamos
y nos olvidamos de la verdadera esencia de este planeta, de este regalo.


Nos regalaron vida
y pagamos con muerte,
nos regalaron amor
y pagamos con traición,
nos regalaron perfección
y pagamos con destrucción,
nos regalaron bondad y pagamos con maldad,
nos dieron sueños y nosotros nos deshicimos de ellos,
nos regalaron un futuro y nosotros lo rompimos en pedazos.
Sin embargo ese amor sigue siendo compasivo, misericordioso, bondadoso; mientras seguimos con nuestras vidas indiferentes, Él nos ama grandemente.
Dejemos que ese amor guíe nuestras vidas y seremos felices de corazón.
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