Llamarla literatura infantil se torna odioso para escritores y editores. De adultos también nos gusta leer libros para niños.
Desde pequeña me encantaba sumergirme en esa hermosa edición de La vida privada de las muñecas de trapo, de aquiles Nazoa. Ya su nombre me sugería que estas hermosas muñecas tenían secretos, prohibidos y hasta desdeñables. Así, en mi infancia, empecé a apreciar la magia del misterio; y cada vez que jugué con mis muñecas imaginaba las cosas que podrían ocultar. Empecé a amar la literatura para niños, aunque de niña no fueran muchos los libros que tuviera. El principito de Antoine de Saint-Exupéry; Juan Ramón Jiménez y su Platero y yo, Cuentos grotescos de José Rafael Pocaterra, Edgar Allan Poe y Horacio Quiroga dibujaron mi niñez, un tanto solitaria. Aún, en la adultez, soy una enamorada de los libros para niños. Con mis hijas he conocido a Roald Dahl, a Dr Seuss, y las ilustraciones de Rébecca Dautremer.
Nunca dejé de ser niña y lo soy cada vez que me siento en mi escritorio,con papel y lápiz, a dibujar.
Ilustrar un cuento para niños es una experiencia de autoconocimiento, pues cuando dibujas una historia que no es de tu autoría, quieres dejar plasmado mucho de ti, todo de ti, pues si lo haces bien te apropias de esa historia, la haces tuya. Así nació Kanko y Ventarrón. Una historia para niños grandes, protagonizada por dos adultos que siguen siendo niños, fuertes y desastrosos, que dejan un caos tras su paso, tras su juego. Gabriel Saldivia, su autor, es un incansable amante de la literatura y de los libros como instrumento de arte. Porque el libro como objeto debe ser valorado también. Trabajó durante décadas en el área de libros y manuscritos raros de la Biblioteca Nacional de Venezuela. Ha sido galardonado en numerosas ocasiones, incluyendo el Premio Nacional del Libro mención Literatura para niños en el año 2016, es licenciado en letras y estudió castellano y literatura en el pedagógico.
Y allí me encontraba yo, garabateadora y dibujante que empezaba la carrera apenas un par de años antes.
Gabriel y yo creamos una relación de entendimiento en la que las palabras no fueron necesarias. Mis imágenes narraban su historia, pero también narraban la mía.
Es el libro un instrumento que nos abre sus hojas a mil universos. a vivir en la mente del autor, del ilustrador, del lector. Como ilustradora, me gusta ocultar pequeñas claves, pequeñas cosas que el lector pueda ir descubriendo, que narren una historia paralela, no escrita sino sólo en las imágenes y en la imaginación. Así, descubriendo la literatura, nos descubrimos a nosotros mismos.
Foto 1: Vida privada de las muñecas de trapo por Aquiles Nazoa. 1986
Foto 2. Ilustración para Kanko y Ventarrón, escrito por Gabriel Saldivia e ilustrado por Alejandra Herrera. 2019.
Foto 3. Feria del libro de Caracas. Lanzamiendo de Kanko y Ventarrón. 2019.