
-Hoola - dijo el rey
Nadie le respondió.
Se levanto de su trono y comenzó a recorrer los pasillos de la corte.
Una total soledad, no había sonido alguno
-Plebeyos vengan a rendir su s respetos ¡se los ordeno! Deben cumplir mis órdenes. Vengan y arrodíllense ante su rey.
El silencio era sepulcral.
El castillo estaba prácticamente solo, no había un alma. Las paredes estaban sucias, el techo estaba desmoronándose.
-¿Acaso osan desobedecerme? – Gritaba el rey enloquecido – deben hacer todo lo que yo les ordene.
El rey loco se había quedado totalmente solo.
Toda su corte se había retirado del castillo, algunos en grupo, otros por su cuenta.
Había otros reinos donde fueron bien recibidos y ahora solo se burlaban de las locuras e idioteces de su antiguo rey.
Las historias fueron corriendo de boca en boca en cada pueblo y comunidad.
El rey loco se quedo solo.
Del castillo solo quedaban ruinas. A pesar de que la tesorería tenía dinero. Ni eso podía hacer que se retrocediera el tiempo y la corte volviera a florecer.
Todos los habitantes se hartaron del rey loco.
Para algunos solo era un usurpador. Que aprovecho el desanimo del verdadero rey para gobernar y entonces, el loco asumió el control del reino.
Maltratador, ofensivo, grosero y creyéndose ungido por Dios, dio rienda suelta a todas sus frustraciones.
Creía que el respeto se ganaba con imposiciones y por las malas.
El mismo había destruido uno de los mejores reinos que pudieron existir.
El rey loco era el hazme reír del mundo. Se comenzaron a contar chistes sobre él.
Solamente el bufón, se quedo a su lado. El rastrero que solo decía si a todo lo que el rey le preguntaba.
Con ese súbdito termino el rey encerrado en su reino de arena.
