I
Una tarde de viento sabor ceniza
estaba yo sobre la cordillera de los llanos
La ciudad hormigueaba a mis pies,
temblorosa
Un ángel bajó flotando de una nube azul
(los ángeles siempre son niños)
Se dirigió a mí diciendo:
«Ve, baja, escribe todo lo visto y oculto
tu revelación eco será en los cerros, los valles
y en la sangre por el tiempo derramada»
Subió en la nube
trazando espirales de lágrima roja en el sol
II
Una brisa violenta
me trajo hasta aquí
en medio de cal de huesos
donde somos, donde fuimos, donde el sabor de lo muerto
nos crece en la garganta
El grito es polvo sobre la hoja
Desterrado
III
Mi tarea me ocupó
Una bestia de siete cabezas y diez colas
recorre las calles,
entra en las casas,
sacude sus pulgas,
abre un hueco su mordida
La orina de la bestia embriaga
Nunca cierra los ojos
atrás de la puerta
metida adentro
Nos respira sin aire
IV
¿Cuándo la belleza nos hizo deformes?
¿Cómo nos envejece el retrato?
¿Dónde ardemos?
Nos cruzó un río la lengua
heredamos la sed
V
Los niños deshojados
El agujero inmortal de la bala
Los perros de la calle
Los libros en la hoguera
El pájaro enrejado,
su canto diluido entre la jaula
A pedazos
Las sábanas inmóviles
Los viajes sin música
Los muros de la calle sin te amo
Las piernas sin camino
La locura sin el hombre
VI
Entré a la noche
la noche entró a mí
Ocultos
bajo la luz plata de luna
dos almas,
dos seres amándose,
amándose hasta romperse
«¿Antes dónde dormía nuestra piel?
¿Antes dónde reposaban nuestros sueños?»
Escribí:
«La esperanza nace con el rocío
encarna el abrazo
la eterna raíz entre las costillas»
Las estrellas manan de mi boca
VII
Tráela en cadenas,
desnúdala
Entrégate a nosotros,
misericordia
No nos dejes,
o te clavaremos a la cruz