
He estado un buen tiempo fuera de la comunidad. No porque así lo quisiera, sino al contrario: deseaba con todas mis fuerzas crear, escribir, y hablar para este blog, pero cada vez que lo intentaba, mi mente quedaba en blanco y terminaba por abandonar la idea antes de comenzarla. Fueron tiempos de mucha frustración y miedo por no poder hacer lo que más disfruto.
No lo entendía, era incomprensible para mí desear algo con tantas fuerzas y aun así preferir dejarlo todo en un sueño, una idea, sin tocarlo, sin intentar, al menos un poco, convertirlo en realidad. Me veía como un fracaso; era más fácil llorar y creer que nunca podría retomar lo que una vez me hizo sentir satisfecha.
Y si yo no lo entendía, la gente de mi alrededor, aunque tuvieran mucha empatía y muy buena voluntad, menos lo haría. Pensaba que, además de ser un fracaso, era un estorbo para quienes estaban en mi entorno. Se volvió pesada la existencia. ¿Cómo podría escribir así? Aunque lo intentara mil veces, mil veces quedaría en blanco antes de tocar las primeras letras del teclado.
Pero tiempo después, luego de haber vivido tantas situaciones inesperadas, llegó una que curiosamente le dio respuestas a todos los demás acontecimientos. ¿Cómo era esto posible? ¿De verdad, una puede explicar las demás? En este caso, sí. Solo tenía que vivirlo, enfrentarlo y entenderlo con exactitud para finalmente aceptar lo que soy: una persona autista.
Ha pasado casi un año desde que recibí la noticia por primera vez, y tengo tanto por contar, tanto por explicar que difícilmente volveré a quedar en blanco cuando quiera crear. Ahora lo entiendo mejor, puedo respirar profundo y darle espacio a lo que me tocó ser. Cada día sigo descubriendo cosas nuevas que reafirman mi condición, y quiero que, a partir de ahora, ustedes, lectores y oyentes, sean mis acompañantes en este nuevo mundo en el que tengo mucho por recorrer.
