Lisa cogió sus bragas y se las volvió a poner, aun estaban mojadas debido a la excitación previa al coito, se levantó, salió de la habitación, continuó abriendo puertas y allí estaba él inmerso en sus pinturas…
De nuevo, se sentía inspirado tras horas de sexo pasional, que habían podido disfrutar ambos, sin control, sin molestias de ningún tipo.

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Leonardo la miró, paró de pintar mientras continuaba observándola con pasión, la cogió de la mano y la invitó a sentarse en un sillón. Se agachó, le colocó bien el pelo y contempló atentamente cada una de sus facciones, grabándolas en su mente.
Se alejó de ella lentamente, sin dejar de mirarla y gesticulando con sus manos para que no se moviera de esa posición, cogió sus pinceles y comenzó a dibujar lo que posteriormente se convertiría en La Gioconda.

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Empleó horas en terminar lo que sería su obra maestra, aquella con la que ambos serían inmortalizados para la eternidad. Una vez concluida, Lisa Gherardini se levantó del sillón, se desnudó y se fue a la cama de nuevo.
Leonardo, al ver la escena, no pudo evitar ir tras ella, se desnudó y se metió en la cama, una vez allí, continuaron follando sin saber que su obra pasaría a la historia como uno de los cuadros más importantes de la historia de la humanidad.

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